Poética del sueño,
del soñador que duerme,
que descansa
y deja
que su vida pase
mientras otros simplemente
andan por ahí,
mientras todo juega
con esos otros,
el soñador
prefiere
jugar
con la nada,
prefiere estar acostado
o sentado,
en plena quietud,
para no distraerse
y poder gozar
de la existencia,
de la plenitud
que se siente
al descubrir
que su vida
llegó hace mucho más
de lo que su conciencia
le había dicho.
Poética del cansancio,
de las demasiadas palabras,
de las excusas
que
siempre estuvieron
en la punta de la lengua
y que cuando no pudieron
salir de la boca
se adentraron
en el cerebro
que habitaba junto a ellas
y lo convencieron de que
todo
estaba mal,
de que había mucho por hacer;
de igual forma
abordaron
al corazón
con lágrimas falsas
diciéndole una y otra vez
"qué tristeza",
"lo sentimos muchos",
"llora",
"lloremos"
y el corazón
no tuvo más opción
que rendirse
y arrugarse.
Poética de los volcanes,
nevados, lagos,
mares, selvas,
desiertos y bosques
que existen en la piel,
que simplemente aparecen
cuando se aprende a desaparecer.