Ellos gritaban LIBERTAD, LIBERTAD
felices porque las cadenas
ya no estaban atadas ni en sus manos,
ni en sus pies, ni en sus cuellos.
Sus vientres se llenaron de aire
mientras en sus gargantas
nacía nuevamente un grito
que diría innumerables veces
LIBERTAD, LIBERTAD.
Sus voces se juntaron,
sus puños se cerraron
y se levantaron
en grandes marchas
que no traerían paz,
pero que servirían
como excusa para
muchas cosas.
Todo eso sucedía,
mientras sus mentes
y sus cerebros
no lograban,
o no querían,
entender que aunque
sus cuerpos estaban libres de cadenas,
sus corazones llevaban fuertes ataduras,
al creer en otros,
al engradecer a otros,
al engañarse a sí mismos,
al elegir a los mismos,
al creer las mismas mentiras.
Libertad, Libertad,
espero que algún día
exista de verdad.