De las bombas de aquella época de
narcotráfico, pues la verdad es que aunque una que otra explotó relativamente
cerca a donde yo estaba, ninguna llegó a mis oídos, así que no puedo dar
detalles al respecto. Sí tengo el recuerdo de caminar por alguna calle y luego
de un TAZ —sí, tengo problemas con las onomatopeyas, lo acabo de descubrir— algún
amigo o familiar advertir que se trataba de un disparo, seguramente un robo, un
atentado, o esas cosas que aparentemente solían ser exclusivas del tercer
mundo.
Es por eso que intento averiguar cómo es
un estruendo de esos que causan pánico, porque quiero estar preparado, porque
estoy convencido de que el mundo va a explotar. Por supuesto que Hollywood
tiene miles, tal vez millones, de estas películas y sí, no voy a posar de culto
diciendo que no he visto ninguna de estas porquerías porque lo mío es el cine
de autor, he visto muchas de estas, más de las que conscientemente admito. Pero
(casi) ninguna dejó marca en mi, así que los títulos de ellas no están tan
claros en mi mente y, por otro lado, seguro —segurísimo— que no son tan fieles
a la realidad, porque si por algo destaca este cine es por la exageración.
Así es, el mundo va a explotar, y no
precisamente porque cada vez haya más terroristas, sino porque este cada vez
más parece el reino de la locura y la paranoia. Es un mundo vigilado por
cámaras de seguridad: siempre hay alguien, o algo, viendo al que ve y al que no
ve. Un mundo con alarmas diseñadas a la perfección para cada espacio; con armas
para llevar hasta en la billetera; con hashtags que dan cuenta de todo tipo de
eventos. Claro, a esto se le debe agregar que cada vez hay más cosas con
dueños: un asteroide, un árbol, un lago, una montaña, un cable, una red, una
aplicación, etc. Y, paradójicamente, hay menos personas dueñas de algo, pagando
por usar algo —como yo, que ni puedo hacer la lista de lo que mes a mes debo
pagarles—. Pero no solo hay menos dueños, también hay menos agua, menos aire
limpio, menos árboles, menos, menos, menos.
¿Y qué hay que hacer para esto? ¿Rezar, meditar, internarse en una selva o en lo más profundo de un bosque? Es posible, pero por ahora lo que tengo en mente es volver a lo básico, evitar los intermediarios, es decir lo que antes —y aún hoy— llamaban medios de comunicación que, a mi parecer, poco comunican y son los que están desatando, u ocultando, esta guerra (mundial). Porque ellos deciden qué tan fuerte suenan las bombas, o deben sonar, qué escándalos deben llamar la atención, en dónde debe ser destapada la corrupción y en dónde no, y hasta qué tragedias deben herirnos en lo más profundo.
Es decir, lo que tengo en mente es adentrarme cada vez más en mi, en mi familia y mis amigos, ser un completo egoísta y perderme la quema del mundo en vivo, porque por supuesto va a ser en directo y va a ser trending topic, porque será (es) algo de proporciones bíblicas, algo así como un nuevo big bang, solo que producido por esta, la especie que aparentemente es la más inteligente de todas, pero a la vez la más estúpida y por ende la peor.