21 de mayo de 2014

Molestias

Doctor, doctor, no me duele nada, tampoco estoy preocupado por alguna aparición maligna o siquiera benigna. Simplemente he venido escuchándome la voz y no está bien, nada bien. Pero como le digo, no se trata de una dolencia o molestia, o bueno, molestia tal vez sí. Me viene molestando la forma en que suena. Ahora que me lo pregunto, ¿no será problema de mi oído, de la forma en que me escucho? No, no lo creo. Por favor, mire bien a ver si se puede hacer algo. ¿Quiere que le diga A? AAAAAAA. ¿No, no ve nada? ¿Qué puede ser? Por favor, ayúdeme. No soporto ese sonido. ¿Y si me da una especie de enjuague bucal, o unas pastillas. Algo?

No me mire así, doctor. Dígame que esto tiene una cura. ¿Será que no estoy diciendo lo que tengo que decir? ¿Será que debo hablar (de)más?

Ay doctor, mejor no lo hago perder más el tiempo, ni yo sigo perdiendo el mío. Sabe qué, tanto tiempo con este sonido chillón adentro me ha hecho decir lo justo, ser bastante breve. Así que, ahora que lo pienso mejor, no quiero terminar como político en tarima extendiéndome y extendiéndome.

Nuevamente discúlpeme por mis molestias que solo son una molestia para usted, por mis inseguridades, por mis temores, por estos arrebatos que algunas veces me dan que dizque por encajar que porque a veces me siento solo y relegado, pero qué va, yo estoy bien así, con todo y mi voz chillona.

Que hablen los demás, yo callo.