30 de abril de 2011

A un invierno

Cerró los ojos,
luego los cubrió con sus manos
para evitar filtraciones accidentales
o angustiosas tentaciones
que después pudieran convertirse
en agitados sueños
o en silenciosas voces
de esas que martillan
una y otra vez,
esas con las que pasamos
la mayor parte de nuestros días
tratando de callar.

Dejó pasar un tiempo prudente
hasta que al fin lo decidió.
Era hora de volver a abrir
las ventanas del cuerpo,
era hora de ponerle la cara
a lo que estaba sucediendo.

Solo que ya era un poco tarde.

En un principio creyó
que era simple mugre en sus ojos
o que éstos habían quedado aguados,
pero al final comprendió
que mugre y agua
fue lo único que quedó de todo.

Cuando abrió los ojos
ya todo había pasado,
ya no había nada,
porque todo se lo había
llevado el agua.

Nada y él
quedaron juntos.
Nada y él
viviendo juntos
lo que en un principio
se había negado a soñar,
lo que se había negado a ver.

Nada y él.
Todo quedó arrasado,
todo se fue
como por un sifón.

Nada lo puede juzgar,
total él no vio nada,
tan solo cerró los ojos
y los cubrió con sus manos.

1 comentario:

El color del viento dijo...

Simplemente precioso... transmites algo más que emociones.